martes, 15 de noviembre de 2016

Tres novelas que definieron los años 20

Hace un tiempo recomendamos en este blog un par de libros de historia para documentarse sobre los años 20 en los Estados Unidos, esa época fascinante, teatro de tantos relatos y películas. Pero por muy útil que sea la información histórica no podemos perder de vista lo que nos ha traído aquí, la literatura, así que me atrevo a destacar tres novelas que han acabado demostrando ser fieles reflejos de la década, sus miedos y sus sueños (repito, de los EE.UU., si hablásemos de Europa la lista sería muy distinta). Como siempre, menciono las ediciones que he leído yo, seguro que podéis encontrar muchas otras de la misma calidad.

Adiós a las armas (1929)

Ya, ya, esta novela de Ernest Hemingway se publicó casi al final de la década que nos ocupa. Pero creo conveniente ponerla la primera en este artículo porque la trama se centra en la Gran Guerra (la Primera Guerra Mundial, 1914-1918), un suceso que marcaría a toda aquella «generación perdida» de escritores veteranos de las trincheras. Seguramente hacía falta tiempo para digerir una experiencia así y ponerla por escrito, porque el equivalente literario europeo, Sin novedad en el frente, también se publicó por las mismas fechas.

Adiós a las armas cuenta la vida de un conductor de ambulancias estadounidense en el frente italiano (contra los austriacos) y su relación con una enfermera británica, en un entorno brutal y por momentos surrealista en el que ambos se sienten inadaptados y distanciados de la realidad, una noción extensible a toda esta generación literaria. Es una historia dura (no esperéis finales felices aquí), pero se lee con gran rapidez gracias a ese estilo enormemente parco y desprovisto de reflexiones, basado principalmente en los diálogos, que haría famoso a Hemingway y que muchos críticos consideran respuesta a los ideales culturales destruidos precisamente por esta guerra.

Adiós a las armas, Ernest Hemingway.
Debolsillo, 2013. 374 págs, 10€.

Manhattan Transfer (1925)

Publicada justo en mitad de la década, esta extensa obra de John Dos Passos toma a la ciudad de Nueva York como un escenario por el que los personajes pasan en rápida sucesión, con sus ilusiones y miserias a cuestas, dibujando un cuadro que huye de las típicas idealizaciones cuando se habla de esa urbe en la que se juntan lo mejor y lo peor del american dream.

Novela coral, compleja y de una profunda carga social (Dos Passos fue de hecho simpatizante del comunismo, hasta que sus experiencias en la Guerra Civil española lo empujaron hacia posturas conservadoras), Manhattan Transfer cubre no sólo los primeros años 20 sino toda la evolución económica, social y moral de los Estados Unidos desde finales del siglo XIX. Aviso que es fácil perderse debido a su estructura de escenas breves sin solución de continuidad, con personajes que muchas veces no vuelven a aparecer, y también por la total ausencia de fechas (aunque la mención de hechos históricos puntuales permite ubicarse), por lo que no la recomiendo a lectores «comodones». Pero si os sentís capaces de superar ese escollo, Dos Passos ofrece una reflexión social desmitificadora de gran calidad literaria.

Manhattan Transfer, John Dos Passos.
Edhasa, 2007. 561 págs, 10€.

El gran Gastby (1925)

Parece mentira que ya en 1925 Francis Scott Fitzgerald certificara la defunción de los «locos años 20» y expusiera el vacío sobre el que se sustentaban sus oropeles, cuando aún quedaba casi un lustro para que el crack del 29 quebrara la ilusión de una prosperidad sin límites.

Adelantada por tanto a su tiempo, no es de extrañar que esta breve novela no lograra el éxito en la época y se considerara una de las obras menores de su autor, que había alcanzado el estrellato a comienzos de la década gracias a obras como A este lado del paraíso y Los hermosos y malditos, y no menos por su tumultuosa y disipada vida junto a su esposa Zelda. No fue hasta los años 40, tras la muerte del escritor, que empezó a ser valorada y redescubierta por el gran público.

El gran Gastby es un texto de lectura ágil, engañosamente sencillo. Gira alrededor de la enigmática figura de Jay Gatsby y el mundo superficial que le rodea, que en última instancia se revela efímero y hueco, pero los sucesos que marcan su ascenso y caída no tienen en realidad demasiada importancia porque todo ese entramado iba a venirse abajo irremediablemente, y tal vez sea por ello que las adaptaciones de esta novela al cine (un medio que depende tanto de escenas con hechos significativos) han resultado un tanto decepcionantes. Así que, aunque hayáis visto las películas, el libro sin duda merece la pena.

El gran Gastby, Francis Scott Fitzgerald.
Debolsillo, 2012. 192 págs, 9€.

Relaciones

Los tres autores que nos incumben hoy fueron incluidos en la «generación perdida» (término acuñado por Gertrude Stein y popularizado por el propio Hemingway) y mantuvieron relación entre sí. Scott Fizgerald y Hemingway fueron muy amigos durante los años 20 como jóvenes expatriados en Francia en busca del éxito literario, un ambiente fascinante del que participaron muchos otros artistas e intelectuales. Por su parte, Dos Passos vivió la Primera Guerra Mundial (fue precisamente conductor de ambulancias, como el protagonista de Adiós a las armas) y allí conoció a Hemingway. Ambos colaboraron luego en España durante la Guerra Civil, en 1937, en favor del bando republicano, aunque el asesinato de José Robles (precisamente el traductor de Manhattan Transfer) supuso la ruptura de esa amistad. Y si bien es un dato menos publicitado, también Dos Passos conoció a los Fitzgerald hacia 1922. A pesar de que sus respectivos modos de vida hicieron imposible el entendimiento mutuo (Dos Passos encarnaba al escritor comprometido, mientras que Scott Fitzgerald era el epítome de los «locos años 20»), ambos se respetaban y mantuvieron correspondencia hasta la muerte de este último en 1940.

Hemingway habla de su relación con ambos escritores y muchos otros asuntos de la época en París era una fiesta (A Moveable Feast, publicada póstumamente en 1964), un libro muy disfrutable pero con el que hay que andarse con ojo, ya que el amigo Ernest era muy poco de fiar cuando se refería a sí mismo y a sus conocidos, con los que solía mostrarse cruel y despectivo (por ejemplo nunca tragó a Zelda, la esposa de Scott Fitzgerald, a la que calificaba de «loca», y acabó enemistado con Dos Passos por cuestiones ideológicas).

París era una fiesta, Ernest Hemingway.
Debolsillo, 2014. 280 págs, 10€.

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