viernes, 31 de julio de 2015

Presentación de Visiones 2015 en el Celsius 232

Ayer por la tarde pudimos desviarnos a Avilés (Asturias) para asistir a la presentación de Visiones 2015, dentro de las actividades del festival Celsius 232 de este año. Ha sido la primera vez que acudía a un Celsius, aunque lamentablemente pudimos permanecer tan poco tiempo antes de seguir viaje que no puedo hacerme una idea de lo que supone todo el festival. Eso sí, el marco del casco antiguo de Avilés es formidable.

Como ya sabréis, los "Visiones" son antologías anuales que organiza la AEFCFT (Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror), donde se escogen los mejores relatos presentados a concurso, a juicio de un plantel de seleccionadores que varía de año en año. En esta ocasión los sufridos antologistas, que han tenido que leer más de un millón de palabras entre los 268 relatos enviados, han sido Ricardo G. Yayo, José Manuel Cárdenas y Francisco Javier Vidiella, de la prestigiosa web Tercera Fundación, una base de datos de referencia fundamental sobre la literatura de género en castellano.

Los tres subieron a la palestra del auditorio de la Casa de Cultura, delante de esa chillona cortina roja que veis en la foto, y estuvieron desgranando para la audiencia (conté unas cuarenta personas, muy destacable para lo habitual en antologías de este tipo) los detalles de cómo ha sido el proceso. Aplaudo la decisión que tomaron de leer cada uno de ellos todos los relatos (en lugar de repartírselos) y elegir los mejores por unanimidad; seguro que ha supuesto un esfuerzo mucho mayor pero es lo más justo. Estuvieron comentando también lo rápido que había sido todo hasta tenerlo ya impreso, solventando los retrasos que hubo con el Visiones 2014, los géneros donde más había incidido la gente que se presentaba, y también dando sus impresiones de cada uno de los relatos seleccionados, para abrir el apetito a los presentes.

Media hora que se nos hizo muy corta, aunque luego pasé un rato agradable charlando por los pasillos con ellos y otros pesos pesados de la literatura de género en castellano como Francisco Arellano. Lástima poder quedarme tan poco tiempo, otra vez será. Y fue un detalle que me entregaran in situ los dos ejemplares de autor que me correspondían, a pesar de no haber avisado con antelación. Eso es anticiparse a los acontecimientos.

Por cierto, si os acordáis, en Visiones 2014 se incluía un relato de un autor italiano por un acuerdo de la AEFCFT con su homóloga italiana, y en contraprestación mi Artículo 45.1 apareció en una antología italiana. El pacto se mantiene y este Visiones 2015 incluye una obra del autor italiano Massimiliano Malerba, y a su vez uno de los seleccionados, Eduardo Delgado con su Mendoza se atusó el flequillo, se incluirá en una antología de la asociación italiana RiLL. ¡Felicidades!

Bueno, voy abreviando que me enrollo. Al principio he mencionado que cada año los seleccionadores son distintos. Para mí eso es importante porque ya he sido elegido tres veces (2012, 2014 y 2015), pero por personas totalmente diferentes, cosa que me enorgullece y, creo yo, indica que mis obras pueden interesar a un público variado. Me gustaría contaros algo sobre mi relato Atractor extraño, que aparece en este tomo, pero creo que voy a dejarlo para un futuro artículo del blog. Mientras tanto, qué mejor perspectiva que llevaros vuestro ejemplar de Visiones 2015 a la playa y disfrutar de lo mejor de la cifi, la fantasía y el terror.

Visiones 2015, varios autores.
AEFCFT, 2015. 242págs, 9.5€.

miércoles, 15 de julio de 2015

Obras primerizas de Raymond Chandler

Leer a un gran escritor suele constituir una agradable experiencia, pero adentrarse en sus primeras obras resulta además enormemente instructivo. De un modo similar a lo que hice con la primera colección de relatos de Philip K. Dick, he abordado estas dos recopilaciones de Raymond Chandler, uno de los padres de la novela negra, con tantas ganas de disfrutar como de aprender.

Lo primero que he descubierto, prueba de lo poco que sabía sobre la figura de Chandler, es lo tarde que empezó a escribir. Hasta los cuarenta y cinco años no comenzó a enviar sus relatos a las revistas pulp, acuciado por problemas económicos derivados de la Gran Depresión y sus propias costumbres disolutas con el alcohol y las mujeres. Anima constatar que se puede alcanzar la gloria literaria con unos comienzos tan tardíos. Pero claro, es que Chandler era mucho Chandler (y todo hay que decirlo, el género literario que escogió dejaba aún margen para genialidades).

Cada uno de los volúmenes comienza con un ensayo. En el primero, titulado precisamente El simple arte de matar, el autor estadounidense repasa la separación, por entonces aún no completada, entre el relato tradicional de detectives (las clásicas novelas de misterio a lo Conan Doyle o Agatha Christie) y lo que él llama "hard boiled" y que ahora consideramos simplemente novela negra, y cómo esta última ganó entidad propia tras la irrupción de Dashiell Hammett. Es un ensayo interesante, cínico, del que se podrían sacar un montón de citas muy apropiadas para el mundo literario actual. Aun así, me pregunto qué pensaría Chandler de ver cómo, medio siglo después, ambas corrientes han vuelto a confluir hasta cierto punto.

En cuanto a los relatos, tienen de media unas cincuenta páginas (pongamos 15.000 palabras), aunque varía bastante. Si algo me ha llamado la atención de ellos, es precisamente que Chandler fue aproximándose al tópico. Es decir, que con sus primeros personajes busca variedad dentro del género, y son policías, policías infiltrados, detectives de hotel, exdetectives, incluso diletantes y aficionados, y es hacia el final cuando vira hacia el detective privado de toda la vida, con su despacho cutre y sus facturas sin pagar, y es ahí donde se encuentra a gusto y empieza a levantar el vuelo. Curioso. Igual esta manía de buscar siempre personajes originales es un error, y en los arquetipos está la esencia de la literatura.

La violencia es lo mío se inaugura con otro ensayo, más breve, donde Chandler relata lo que suponía escribir historias de detectives para los pulps, y cuenta cómo las propias revistas rechazaban la prosa de calidad y buscaban la repetición de fórmulas ya usadas mil veces, que sabían esperadas por el lector habitual, lo que hizo que la mayor parte de publicaciones del género fueran basura, con unas pocas salvedades.

Y lo cierto es que en los propios relatos de estas dos antologías Chandler recicla escenas y personajes de unos a otros, no sólo en la proverbial resistencia del detective a las palizas que se lleva y los litros de alcohol que trasiega día y noche sin que le reviente el hígado (matan a un amigo: lingotazo; intima con la chica: lingotazo; tiene resaca: lingotazo), sino incluso en las propias escenas cumbre. Cuando todo parece perdido, el detective se saca una pistola oculta o encuentra una tirada, o de pronto suelta la frase que demuestra a los malos que uno de ellos les está traicionando y se vuelven las tornas. Supongo que pensaría: «¿para qué voy a reinventar la rueda, si esto ya funciona?». Luego con Marlowe ya fue dándole a todo esto una formulación coherente que aquí a veces sigue chirriando.

Este segundo volumen es mucho más breve, sólo contiene cuatro relatos, con lo que parece un tanto descompensado respecto al primero, aunque en eso Debolsillo es fiel a las ediciones originales de The Simple Art of Murder (1950) y Trouble is My Business (1951). Son por otro lado obras más maduras, que recuerdan mucho al Chandler de sus novelas más conocidas a pesar de que el detective aún no se llame Marlowe. De hecho, en algunas ediciones inglesas han cambiado el nombre de éste por el de Marlowe, cosa que me parece bastante tramposa aun cuando pudiera argumentarse que el personaje viene a ser el mismo.

No todo va a ser análisis literario, por supuesto. Los relatos son razonablemente buenos, algunos incluso bastante, aunque no demasiado originales. Sin meditarlo demasiado, diría que mi favorito es Peces de colores, del segundo volumen, por la dimensión humana que tiene: esos crímenes del pasado que de pronto regresan para amargarle la vida a la gente aun cuando uno ya no sea la misma persona que antes, y lo pronto que todo el mundo deja de lado sus lealtades cuando hay dinero de por medio. Como detalle curioso, señalo que uno de los relatos del primer libro se titula El rey de amarillo, término que sonará a los aficionados de los Mitos, aunque en él sólo hay una referencia de pasada a la creación de Chambers (Chandler, Chambers, todo se parece ).

En definitiva, que si os gusta la novela negra clásica y la obra de Chandler en particular, mi recomendación es que le deis una oportunidad a estas dos antologías. No obstante, si no le habéis leído todavía, creo que sería mejor empezar por El sueño eterno, por ejemplo. Estos relatos son demasiado primerizos y os podríais llevar una mala impresión.

El simple arte de matar, Raymond Chandler.
The Simple Art of Murder (1950)
Debolsillo, 2014. 446 págs, 13€.
La violencia es lo mío, Raymond Chandler.
Trouble is My Business (1951)
Debolsillo, 2015. 302 págs, 10€.

lunes, 6 de julio de 2015

De cómo eligieron a Saruman Jefe del Concilio Blanco

El reciente fallecimiento de Christopher Lee, además de entristecerme, me ha recordado a un asunto al que me enfrenté hace muchos años, relacionado en cierto modo con una de sus interpretaciones más conocidas en los últimos tiempos, la del mago Saruman. Permitid que os cuente la historia, y que ello sirva de homenaje a este gran actor.


Todo comienza con un problema de lógica con el que me encontré en 2002, y que se planteó en un grupo de noticias de Usenet dedicado a los juegos de rol (ERJR) en el que yo participaba con asiduidad. En la actualidad ese grupo aún existe en Google Groups, pero la mayor parte de los mensajes antiguos han desaparecido. Podéis encontrar los restos del hilo en cuestión aquí, aunque sólo quedan los últimos comentarios.

En ese momento yo atravesaba una mala época (todas lo son en cierto modo, pero esa más de lo habitual) y necesitaba demostrarme que no había perdido mi agudeza mental. En cuanto leí el rompecabezas y vi que nadie había dado aún la respuesta, me lancé de cabeza a resolverlo, sin tener nada claro cómo enfocarlo. Armado de papel y boli, en un par de horas di con la solución y, lo más importante, con un razonamiento sólido, y lo publiqué en el grupo. Puede que no impresionara a casi nadie (de hecho hubo quien no se creyó que fuera la respuesta correcta, siempre hay gente con pocas neuronas), pero para mí fue muy importante volver a sentirme «en primera línea de combate mental», por así decirlo.

Como colofón, años después quise plantearle ese mismo problema a unos amigos y busqué el enunciado exacto por Internet. ¿Sabéis lo que descubrí? Que poco después de publicar yo mi solución, otro participante del grupo la había copiado palabra por palabra en la web de su facultad, por supuesto como si fuese suya. Y no era una persona de la que me imaginara que podía hacer algo así. ¿Qué pudo llevarle a hacerlo? ¿Inseguridad, ganas de hacerse el listo, necesidad de quedar bien entre sus pares universitarios? Lo ignoro. No es que me ofenda, porque seguro que mucha gente antes había llegado a una respuesta similar, pero ciertamente me defraudó.

Bien, manos a la obra. El problema es el siguiente:

Compañeros, me complace comunicaros que, revisando la biblioteca de Minas Tirith, he encontrado un manuscrito en el que queda constancia de cómo se eligió al jefe del Concilio Blanco. Desgraciadamente este manuscrito esta incompleto y es nuestra labor rescatar sus ultimas líneas. Este es el escrito:

Teníamos claro que aquellos que poseían más cualidades para optar al puesto eran Saruman el Blanco y Gandalf el Gris, pero no pudiendo decidirnos por ninguno de los dos, optamos por proponerles un acertijo. El resto de miembros del concilio elegimos dos números diferentes entre sí, comprendidos entre el 1 y el 25, ambos inclusive, hallamos su suma y se la dijimos a Saruman, hallamos su producto y se lo dijimos a Gandalf. La misión de éstos era hallar los dos números originales sin hablar entre ellos ni comunicarse sus cifras. Al cabo de varias semanas ambos se rindieron y establecieron este dialogo:

Saruman: ¡No sé la solución, pero estoy seguro que tu tampoco la sabes!

Gandalf: Es cierto, no sabía la solución, ¡pero ahora ya la sé!

Saruman: ¡Pues ahora yo también la sé!

Tras este diálogo, Saruman y Gandalf se reunieron de nuevo con el consejo, comunicándonos la solución. Efectivamente los números elegidos fueron..." (A partir de aquí el manuscrito es incomprensible, y se anima a todos los presentes a colaborar para encontrar la solución).

Aquí es donde debéis parar de leer si queréis resolverlo por vosotros mismos. Si ya lo habéis conseguido o directamente pasáis del tema, seguid, seguid. Esta es la respuesta que yo di aquel día (es correcta, aunque hay otros modos de enfocarlo):

El principio fue fácil:

—La suma debía ir de 3 a 49, puesto que son números del 1 al 25 sin repetirse. Mínimo 1+2, máximo 25+24.

—De esa suma quitamos las posibilidades 3, 4, 48 y 49, puesto que sólo admiten una combinación para la suma [2+1, 3+1, 23+25 y 24+25] y Saruman la hubiera acertado de entrada.

Ahora viene lo difícil.

—Quitamos las posibilidades de resultado de suma 3, 4, 6, 8 y 12. ¿Por? Porque podría ser sumar 1 a un número primo. Y entonces Saruman no hubiera podido garantizar que Gandalf no pudiera saber la solución al acertijo antes de hablar con él, puesto que en el caso de ser primo el producto, Gandalf sí hubiera sabido la solución.

—Quitamos 5 y 10 como resultado de suma porque podría ser sumar 1 a un cuadrado perfecto [1+4, 1+9]. Y en ese caso, Gandalf lo sacaría de inmediato con el producto.

—Quitamos TODOS los que puedan ser suma de un primo mayor que 11 y otro número cualquiera. En esos casos, de cara a la multiplicación, sólo hay una descomposición posible en dos números tal que ambos sean menores o iguales que 25 (el siguiente primo mayor que 11 ya es 13) y entonces Gandalf sólo tendría una posibilidad con ese producto y sabría de antemano la solución.

Por último:

—Quitamos el 46 como resultado de la suma. Porque sólo podría ser la suma de 21+25 y 22+24 y Saruman sabría que Gandalf habría resuelto el acertijo... porque el producto de cualquiera de estas dos combinaciones sólo admite una descomposición que cumpla con los requisitos de números menores o iguales que 25.

Entonces:

Tras esto sólo quedan como resultados posibles de la suma 7, 9, 11 y 13.

Hacemos las posibles combinaciones de cada una y sus productos:

De 7 pueden ser 1+6, 2+5 y 3+4, y sus respectivos productos, 6, 10 y 12.

De 9 pueden ser 1+8, 2+7, 3+6 y 4+5, y sus respectivos productos, 8, 14, 18 y 20.

De 11 pueden ser 1+10, 2+9, 3+8, 4+7 y 5+6, y sus respectivos productos, 10, 18, 24, 28 y 30.

De 13 pueden ser 1+12, 2+11, 3+10, 4+9, 5+8 y 6+7, y sus respectivos productos, 12, 22, 30, 36, 40 y 42.

—Vemos que varios de estos productos se repiten. Como Gandalf adivinó el resultado al saber que con esa suma no se podía descifrar el acertijo, eliminamos los productos repetidos. Todavía podrían ser:

Para suma 7, producto 6

Para suma 9, productos 8, 14, 20

Para suma 11, productos 24 y 28

Para suma 13, productos 22, 36, 40 y 42

—Pero como en ese momento Saruman también descubre el resultado, tiene que ser una suma que sólo tenga un producto posible no repetido. Entonces el resultado es suma 7, producto 6

Con lo cual, se trata de los números 1 y 6. Y no hay más soluciones válidas posibles.

Y hasta aquí llega la historia de hoy. Sí, ya sé lo que estáis pensando: ¿por qué leches escogieron a Saruman a raíz de esta prueba, si los dos deducen cuáles son los números? Tendría enchufe, supongo.