martes, 30 de junio de 2015

No llame a la policía

A menudo se llega a una situación en la trama de un relato (o un guión, o lo que sea) en que lo lógico sería que alguien avisara a la policía. Sin embargo es algo que prefiero que no suceda, y si no queda más remedio, que su intervención sea fugaz e inútil.

¿Por qué? Bueno, en la vida real, cuando uno tiene un problema serio de ese tipo debe acudir a la policía, eso lo tengo claro. Tratar de resolverlo por cuenta propia suele acabar mal. Pero las narraciones no son la vida real, por más realistas que intenten parecer, y considero que hacer que la policía o la justicia le saque al protagonista las castañas del fuego anularía la carga dramática de la historia. Por extenderme en esta idea, desde mi punto de vista los desafíos a los que se enfrenta el personaje lo son en realidad a sus cualidades intrínsecas, al estilo clásico, y debe triunfar o fracasar en base a ellas (por eso mismo el azar tampoco debería dirimir el resultado).

Ahora la otra cara de la moneda: admito que hay historias estupendas donde en el momento cumbre intervienen las autoridades, el 7º de Caballería o las águilas para salvar a los inocentes, pero siempre me pregunto si no habría quedado mejor de otro modo. Hay que tener mucho cuidado para que no parezca un deus ex machina, y cuando eso no pasa, suele ser porque el verdadero clímax personal ya se ha superado y lo que queda es morralla. Por ejemplo, un duelo personal entre el protagonista y el jefe de los malos: cuando el «bueno» vence, ya pueden llegar refuerzos para encargarse del resto de la banda, porque su desafío personal ya se ha dirimido.

Aceptando mi punto de vista (que para eso es mi blog), pero suponiendo que no queda más remedio que meter a la poli en el fregado, ¿qué puede ocurrir para que no se diluya esa carga dramática? Algunas sugerencias comunes:

  • La autoridad no cree la narración de los hechos que se le hace. Esto es tipiquísimo de las historias de terror, en especial aquellas con elementos sobrenaturales, y permite incluir algo de humor si vemos que encaja.
  • La policía actúa de forma torpe o ineficaz, pues no está verdaderamente preparada para enfrentarse a ese tipo de problemas (o como mucho sólo a sus aspectos superficiales y no al verdadero origen). Por ejempo, puede que detenga a un sectario violento, pero no entiende que forma parte de un complot mundial.
  • Las autoridades o parte de ellas forman parte de la conspiración. Esto a mí no me acaba de convencer porque complica la trama y yo soy un vago por naturaleza, pero si lo tienes bien pensado desde el principio puede resultar. Recuerda dejar siempre una salida al personaje, o resultará demasiado frustrante tenerlo todo en contra.
  • Las tornas se vuelven contra el protagonista, que pasa a ser sospechoso de lo que él mismo ha denunciado. Esta opción me encanta porque subvierte las expectativas del personaje (y del lector) y le deja en peor posición de la que estaba.

Como siempre, todo esto es mi opinión. Luego siempre hay gente que logra escribir cosas estupendas saltándose todas las normas, pero yo tiraría por estos caminos o, mejor aún, dejaría a la autoridad directamente al margen de la trama porque el personaje comprende desde el primer momento lo inútil que sería recurrir a ella.