domingo, 18 de enero de 2015

Convocatorias en igualdad de condiciones, por favor

Si sois mínimamente aficionados a escribir, seguro que habéis leído por ahí que no se paga por publicar, que debéis valorar vuestra obra y exigir unos derechos básicos para el autor (Santiago Eximeno lo resumió muy bien aquí y aquí). Y es cierto. No pagar por publicar es un sabio consejo; es, de hecho, de puro sentido común. Por desgracia, no acaban ahí las prácticas "feas" por parte de las editoriales.

Se están poniendo de moda las convocatorias mixtas, que es como llamo yo a esas donde hay cierto número de plazas reservadas para "autores invitados" (gente conocida o que ya suele publicar con esa editorial), y algún que otro hueco, por lo general pocos, abiertos a concurso para la plebe, esa masa que escritores en ciernes que pretenden (oh, ingenuidad) que se valore sus relatos por sus propios méritos.

Tengo decidido desde hace tiempo pasar de ese tipo de concursos, aunque alguna vez me la han colado gracias a unas bases oportunamente ofuscadas. ¿Por qué? Porque no son justos. O todos competimos en igualdad de condiciones, o se rompe la baraja. No puede ser que un señor, por tener cierto "renombre", no necesite someter su relato a las mismas exigencias que los demás. Si tan bueno es, no le será difícil estar entre los seleccionados, digo yo. ¿O es que hay miedo a que no supere la criba en una selección sin adulterar?

La editorial, como es evidente, hace esto para asegurarse un mínimo de ventas, que seguramente no obtendría de presentar una antología llena de desconocidos. Pero eso no es una excusa. Vender en base al autor y no a la calidad es lo que ha conducido a esa sempiterna crisis de la literatura de género en español. Es como cuando se convocan plazas de funcionario y resulta que la mitad ya están adjudicadas a interinos y parientes de altos cargos. Que esté asumido no lo convierte en algo bueno.

Cada uno es libre de actuar como quiera, por supuesto. Puede pensar (como en alguna ocasión he hecho yo mismo) que merece la pena, que es una oportunidad de darse a conocer a un público más amplio, una desagradable etapa que superar hasta conseguir un hueco propio. Pero por lo general, salir elegido en una convocatoria de este tipo es aún peor. A pesar de haberos tenido que batir el cobre contra muchos otros candidatos de calidad, vuestro relato recibirá mucha menos atención que los de "los otros". Lo más probable es que vuestro nombre ni aparezca en la portada, al estilo del et alia universitario, y que seáis ninguneados en publicidad y presentaciones. Porque desde el punto de vista del editor, os habrá hecho "un favor": deberíais dar todo el eco posible al libro y convencer a toda vuestra familia y amigos para que lo compren, mientras que serán esos otros autores "de peso" los que vayan a firmar a la Feria del Libro o den entrevistas sobre la antología.

E incluso aunque todo saliera bien, ¿qué conseguiríais? ¿Que a la siguiente convocatoria vosotros fuerais los "autores invitados"? Triste destino.

Pero oye, allá cada uno.

domingo, 11 de enero de 2015

3º de Primaria

¿No es asombroso que en 3º de primaria ya estudien cosas que muchos "escritores" aún no han descubierto?

Ya lo puse en Twitter, pero me mola .

miércoles, 7 de enero de 2015

Lo que se dice de "Hasta que no ocurre una desgracia"

Toca hacer repaso de las opiniones aparecidas en la red de redes respecto a Hasta que no ocurre una desgracia, el relato que colé en el decimoséptimo volumen de Calabazas en el Trastero, dedicado en este caso a las conspiraciones en su sentido más amplio.

Hace poco, Ángeles Pavía me dirigía en OcioZero estas halagadoras palabras: "Pues ando con el Calabazas Conspiraciones, leyendo a salto de mata, primero a los autores que conozco, y me está gustando mucho. (...) El de Solar me ha encantado, me parece fantástico. Es lo primero que he leído de él y lo he disfrutado mucho", y en respuesta a mi agradecimiento, añadía: "Sí, pero ya no es lo que cuentas, que me gusta mucho, sino el cómo lo cuentas. Tienes un estilo ágil y una prosa elegante y certera, tus personajes quedan claros, definidos con cuatro pinceladas. Se hace corto el relato". Qué os voy a contar, uno se derrite al leer semejantes opiniones.

Carlos García, que también aparece en la antología con su relato Vía muerta y además me debe dinero (es broma), comentó en octubre: "Aitor Solar ha hecho un buen trabajo con Hasta que no ocurre una desgracia, que da vueltas alrededor de una sola idea muy bien planteada y alejando la conspiración de las bambalinas habituales de la economía y el mundo corporativo para hacerla aterrizar en una realidad mucho más doméstica".

Miguel Martín Cruz añadía unas semanas más tarde, en el mismo hilo: "Hasta que no ocurre una desgracia: conspiración de andar por casa, entra seguro en mi top 5. Me encanta esa intriga costumbrista a pie de calle, tan brutal como cercana. Que miedo dan esas personas cargadas de las mejores intenciones... Genial muestra de humor negro, tan habitual en Aitor".

Es estupendo descubrir que tus relatos agradan al lector. No obstante, sabéis que no me gusta barrer lo feo bajo la alfombra, y ya habéis podido ver lo que guardan en común estas opiniones. Así es, fuera de OcioZero, los Calabazas hallan muy poco eco. Se anuncian los seleccionados en algunas páginas de noticias del género y luego, un silencio sepulcral. Sorprende, por lo menos a mí, que con tantísimos blogs especializados en literatura de género como hay ahora en España, ninguno encuentre nunca un ratito para los Calabazas u otras publicaciones similares, modestas pero entusiastas. Sorprende... o no.

Calabazas en el Trastero 17: Conspiraciones, varios autores. Saco de Huesos, 2014. 210 págs, 7€.

viernes, 2 de enero de 2015

Los derechos de Lovecraft II: La venganza

A partir de los años 40, August Derleth se sintió el auténtico poseedor de los derechos sobre la obra de Lovecraft y sus creaciones. Aunque al principio declaraba actuar en consonancia con la voluntad de Wandrei, Barlow y el "patrimonio de Lovecraft" (esto es, sus herederos), pronto tomó él mismo las decisiones sobre qué obras derivadas se publicaban y cuáles no. Y la respuesta solía ser que no, acompañada además de amenazas de pleito que solían bastar para disuadir al incauto (aunque cabe señalar que Arkham House nunca fue a juicio por este motivo). Así, Derleth aprovechó su posición para escribir «colaboraciones póstumas» en las que, a partir de un fragmento o anotación de Lovecraft, creaba un relato entero que publicaba bajo el nombre de ambos autores. Aprovechó esta misma autoridad para publicar (e incluir en el canon de los Mitos) a autores ahora tan conocidos como Ramsey Campbell y Brian Lumley. Las creaciones de éstos, por supuesto, les pertenecen a ellos.

La situación empezó a cambiar a partir de los años 70, en parte porque la creciente popularización de la figura de Lovecraft hacía difícil controlar todas sus manifestaciones, pero también por la progresiva revelación de lo frágil que era la postura de Arkham House. Derleth murió en 1971 tras una larga enfermedad y la editorial pasó a manos de su abogado, un curioso personaje llamado Forrest Hartmann. Wandrei y Hartmann entablaron entonces un largo y penoso proceso judicial por el dominio de Arkham House y de los derechos de HPL, a lo largo del cual fueron haciéndose públicos los susodichos documentos. El propio Hartmann argumentó ante el tribunal que las obras de Lovecraft no habían sido renovadas y se encontraban ahora en el dominio público, cosa que nadie discutió. Esta lucha por el control de la editorial, que luego entablaría Hartmann contra los propios hijos de Derleth, es una fea historia que tampoco compete a este artículo.

Que en 1981 Chaosium aún creyera necesario contar con el permiso de Arkham House para usar las creaciones de Lovecraft en su juego de rol Call of Cthulhu es un aspecto interesante, pero puede guardar mayor relación con su interés de añadir al juego criaturas de Campbell y otros, publicadas originalmente por esa editorial. En cualquier caso este reconocimiento de derechos sobre HPL fue desapareciendo en sucesivas ediciones.

En otras jurisdicciones legales, por supuesto, se aplicaban normativas distintas que normalmente no requieren la renovación explícita de los derechos y, por tanto, la obra de Lovecraft seguía estando protegida en esas regiones. Finalmente, en 2007 la obra de Lovecraft pasó al dominio público en la Unión Europea. En Australia, Japón y otros países llevaba ya veinte años en esa situación. Este fue el pistoletazo que acabó de dar rienda suelta a la oleada de reediciones, versiones y nuevas obras inspiradas en las creaciones de HPL. La propia Chaosium, comprendiendo lo difícil que iba a ser defender ante un tribunal sus derechos, empezó a ceder licencias a terceros en condiciones muy razonables.

Algo tan bueno no puede ser gratuito

La historia debería terminar ahí, pero por supuesto nunca es tan fácil. Las creaciones de Lovecraft, que murió en la miseria más absoluta, generan hoy día pingües beneficios, y el pastel es muy tentador.

Así llegan las marcas registradas, cuya legislación es aún más liosa que la de los derechos intelectuales. Básicamente cualquiera puede registrar cualquier cosa, y ya se verá en los tribunales quién tiene razón. El caso más sangrante es el de Fantasy Flight Games, que ha asegurado recientemente poseer los derechos para juegos de mesa de los términos Arkham y Elder Sign (enlace), y aunque probablemente lo tendría muy complicado para lograr un veredicto favorable, su capacidad económica hace que para una pequeña empresa sea imposible pleitear en condiciones de igualdad.

Aún más interesante es el caso de Lovecraft Holdings LLC, conocida anteriormente como Lovecraft Properties. Esta ¿empresa? fue constituida en Providence en 1998 por Robert C. Harrall (al parecer nieto de Ethel Phillips Morrish, la prima segunda de Annie Gamwell) tras recibir el legado de un tal Albert A. Baker. Albert Baker era el abogado de la familia Lovecraft a comienzos del siglo XX, pero sería asombroso que aún siguiera vivo en fechas tan recientes; tal vez se trate de su hijo.

Lovecraft Holdings mantuvo un perfil bajo hasta que en 2014 llamó la atención de los aficionados, cuando un estudio argentino, Senscape, trató de financiar un videojuego "oficial" sobre El caso de Charles Dexter Ward. La condición de oficial, sorprendentemente, la concedía Lovecraft Holdings a cambio del pago de una licencia. Lo asombroso del caso era que el propio S.T. Joshi les avalaba frente a sus propias conclusiones previas (os dije que os quedarais con eso), en un cambio de opinión que alguno podría encontrar harto sospechoso. Es perfectamente posible que los herederos de Lovecraft posean aún cartas, escritos inéditos, fotografías etc., que pudieran pertenecerles en justicia y fuesen de utilidad para un investigador como Joshi, pero su autoridad, ya sea legal o moral, sobre obras como The Case of Charles Dexter Ward resulta muy dudosa, por decirlo con suavidad.

Si la popularidad de Lovecraft se mantiene, seguramente veamos nuevos intentos de devolver a la esfera privada sus obras o, con mayor probabilidad, elementos puntuales de éstas, como nombres de ciudades o seres, para usos específicos como juegos de mesa, de rol o videojuegos, simplemente porque la legislación favorece a las grandes empresas frente a creadores independientes.

Trataré de mantener estos artículos actualizados con la información adicional que pueda surgir.

Primera parte

Este artículo es la segunda parte de Los derechos de Lovecraft I: El culebrón.