lunes, 6 de mayo de 2013

Cabalgata

He aquí otro de los microrrelatos que escribí para Los Micros de Cthulhu y que a mí personalmente me agrada (lo importante es gustarse a uno mismo, o eso dicen).

Este tiene un tono más arcaico y es menos explícito que los anteriores. Como veréis, está inspirado en una popular leyenda británica y juega con las expectativas del lector ante la misma. Lo menciono porque luego resultó que mucha gente no había oído hablar de la historia original, en cuyo caso me temo que pierde casi toda la gracia.

La cabalgata

Creedme, honorable audiencia, cuando digo que nunca se vio Coventry como aquel día. Las calles estaban desiertas como si la peste negra hubiera vuelto para llevarse a quienes perdonó, y en el mercado no se oía ni el graznido de una oca, pese a encontrarse la población en feria.

Pronto comprenderéis el motivo, pues entre burgueses y populacho se había extendido la noticia como la llama en un reguero de aceite. La joven esposa del conde, llegada recientemente de tierras lejanas y de la que pocos habían podido contemplar su hermosa faz, había de recorrer el pueblo a caballo, de extremo a extremo, pues así lo ordenaba su marido. Pero no cubierta con sus alhajas y sus sedas, con sus mantos y sus joyas, sino, y perdonen las damas presentes mi atrevimiento, como el Señor la trajo al mundo.

A cambio de soportar esa afrenta, ella impuso una severa condición: que todas las familias de Coventry se resguardaran ese día dentro de sus casas, con puertas y ventanas cerradas, nadie osara asomarse so pena de muerte. Lo único que oyeron las buenas gentes de la aldea fue los cascos de su caballo sobre el empedrado, y suspiraron aliviados al sentir que se alejaban.

Pero, ¡ah!, alguien la vio. Yo sé que el viejo Tom, ese pícaro sastre, osó espiarla desde la buhardilla de su taller. Cómo ansiaba contemplar su delicada figura, apenas cubierta por su larga cabellera, cómo anhelaba deleitarse en intimidades de su cuerpo que ni su esposo tenía legítimo derecho a contemplar.

Unos aseguran que el pobre Tom quedó ciego al ver a la dama Godiva, otros que murió allí mismo, pero yo os digo que si os acercáis al monasterio benedictino que se alza a unas leguas de aquí y pedís que os conduzcan junto al ventanuco del patio de los locos, aún podréis escuchar sus dementes chillidos que conmueven el alma. Y si por azar en ese momento aúlla algo que parece tener sentido, haced como yo y tapad vuestros oídos como él no supo cerrar sus ojos.

En efecto, me refería a la historia de Lady Godiva, que según cuenta la tradición recorrió desnuda y a caballo la población de Conventry, a cambio de que así su marido accediera a bajar los impuestos. El giro consiste en que ahora la dama es menos hermosa (y mucho menos humana) de lo que ha venido sugiriendo la imaginación popular. Por darle una explicación, podría tratarse de una de esas "esposas" que los profundos entregaban a sus primeros fieles humanos para hibridar en la comunidad (aunque Conventry no está en la costa ni echándole imaginación).

Al escribir el minirrelato me planteé la opción de dar una explicación alternativa al motivo de su cabalgata nudista, porque eso de ayudar a la plebe resultaba demasiado benéfico para la nueva imagen que tenía de la "delicada" Godiva. Por ejemplo, podría deberse a que ella deseaba poner fin a las generosas donaciones a la iglesia por parte de su marido (el monasterio que menciono al final fue una de ellas) y él, mortificado, quiso aprovechar la coyuntura para que el pueblo descubriera la verdadera naturaleza de su nueva señora. Pero al final me quedaba una explicación muy engorrosa y el micro se me salía de madre, así que opté por no mencionar la cuestión.

3 comentarios:

bodacius dijo...

Me gusta mucho el micro, y me parece un gran giro del argumento original.

Unknown dijo...

Buen micro Entro.
En mi opinión mucho más acertado con un final abierto "generalista" que si lo hubieras "cthulhulizado" con detalles y explicaciones superfluas.

Entropía dijo...

Gracias, Pedro. Gracias, Bodacius, bienvenido.

A menudo el formato breve obliga a desprenderse de lo superfluo, así que es una buena práctica. Dicho eso, tampoco hay que despreciar un relato pausado y bien explicado. Supongo que cada historia tiene su extensión natural y hay que aprender a descubrir cuál es.

Saludos,
Entro